“Raúl González Tuñón hubiera querido estar en Asturias a los pocos días de la insurrección de los mineros, pero no poseía los medios para hacerlo. Se sentía obligado por sí y en homenaje a su abuelo. A principios de 1935, en compañía de Amparo Mom, con quien acababa de casarse, partió hacia España. Llegó a Madrid y se reencontró con sus amigos: Federico García Lorca, a quien había conocido en Buenos Aires en 1933, en ocasión de los estrenos teatrales del Español y a Pablo Neruda, joven poeta y diplomático chileno. Se reunían en la Cervecería de Correos, en donde hizo amistad con otros escritores, entre ellos un muchacho que se acercó tímidamente: Miguel Hernández.
González Tuñón no se quedó en Madrid. Su objetivo era recorrer, ver "in situ" las condiciones de los mineros y del pueblo en general, comprobar la miseria que envolvía a esa zona, según se decía en la capital española. De esta experiencia personal, de transitar por las zonas más afectadas, de las vivencias de sus pobladores surgió La rosa blindada, un homenaje a la insurrección de Asturias de 1934.
Recogió como una flor ardiente la vida y la muerte de esa niña hija de mineros que murió luchando por la causa de los suyos a los 16 años. Aída Lafuente, desde entonces y para siempre, La Libertaria.
Al mismo tiempo que surgían los versos de La rosa blindada ordenaba sus apuntes, que luego se transformarían en doce notas que publicaría en 1936 la revista argentina El Suplemento, un semanario familiar muy leído en la época.
A esta altura de su vida, González Tuñón había viajado por la Argentina y varios países sudamericanos como cronista de Crítica. Su conciencia social había forjado una personalidad con valores muy definidos. Por eso cuando llegó a España recorrió la zona norte, aunque no pudo llegar a la cuenca minera. No lo impulsaba un espíritu aventurero ni turístico, sino un profundo sentido de su responsabilidad como periodista y poeta”
Nélida Rodríguez Marqués de González Tuñón
González Tuñón no se quedó en Madrid. Su objetivo era recorrer, ver "in situ" las condiciones de los mineros y del pueblo en general, comprobar la miseria que envolvía a esa zona, según se decía en la capital española. De esta experiencia personal, de transitar por las zonas más afectadas, de las vivencias de sus pobladores surgió La rosa blindada, un homenaje a la insurrección de Asturias de 1934.
Recogió como una flor ardiente la vida y la muerte de esa niña hija de mineros que murió luchando por la causa de los suyos a los 16 años. Aída Lafuente, desde entonces y para siempre, La Libertaria.
Al mismo tiempo que surgían los versos de La rosa blindada ordenaba sus apuntes, que luego se transformarían en doce notas que publicaría en 1936 la revista argentina El Suplemento, un semanario familiar muy leído en la época.
A esta altura de su vida, González Tuñón había viajado por la Argentina y varios países sudamericanos como cronista de Crítica. Su conciencia social había forjado una personalidad con valores muy definidos. Por eso cuando llegó a España recorrió la zona norte, aunque no pudo llegar a la cuenca minera. No lo impulsaba un espíritu aventurero ni turístico, sino un profundo sentido de su responsabilidad como periodista y poeta”
Nélida Rodríguez Marqués de González Tuñón